La sangileña María Soledad Rueda recorre el mundo de las guerras como funcionaria de la Cruz Roja Internacional.

Para la sangileña María Soledad Rueda, la guerra, la hambruna, la pobreza y la ilusión de salvar vidas constituyen su pan de cada día. Ella trabaja en la Cruz Roja Internacional y va de país en país tendiendo puentes entre las fuerzas en conflicto y llevando una esperanza de vida a las personas afectadas por la guerra.
Su misión la ha llevado a vivir en carne propia las consecuencias devastadoras de la guerra en Colombia, Etiopía, Somalia, Liberia, Gaza, Myanmar y Sudán del Sur, entre otros territorios. En una de sus pocas visitas a Bucaramanga, Enfoque Digital tuvo la oportunidad de contactarla y dialogar unos minutos en el apartamento de su familia.
¿Cuál es la experiencia más fuerte que ha vivido como funcionaria de la Cruz Roja Internacional?
«La guerra siempre ha sido y será por siempre demencial y traumática. Sus consecuencias siempre serán devastadoras y traerán lágrimas y horror. Yo pudiera hablar de mil situaciones, pero, me voy a referir a una reciente. Ahorita, cuando estaba en Etiopía, visitamos el hospital y no tenía absolutamente nada, no tenía medicamentos, no había hilo para suturar, no había absolutamente nada y el médico me llevó a la Unidad de Cuidados Intensivos UCI para niños. Como no había electricidad, entonces estaba funcionando con gasolina, usando un generador pequeño para mantenerla. En el lugar había una familia de sobrevivientes, se trataba de una mamá y sus dos hijas, quienes sobrevivieron a un bombardeo en el que los demás miembros de la familia murieron. Fueron 11 fallecidos y la niña más pequeña quedó en la UCI con una pierna destrozada. En ese hospital no había ni siquiera anestesia, la niña ya había sido operada tres veces y estaba con un fijador externo tratando de recuperar su piernita. Cuando hablé con la madre de las dos niñas, ella contaba la historia con lágrimas en el rostro, pero luego se limpió, le agarró la mano a la niña que estaba en la UCI, y dijo «nosotras somos fuertes y vamos a sobrevivir»

Foto: Juan Camilo Santamaría / Enfoque Digital
¿Por que la gente se mata, por qué hay tantos conflictos internos, especialmente en los países más pobres?
«Parece increíble, pero son los países más pobres los que acuden a conflictos armados para dirimir sus diferencias. El ejemplo más clásico es el del continente Africano. En algunos casos se trata de razones ideológicas, otras religiosas, unas más por corrupción del sistema de gobierno, otras por el negocio de la compra y venta de armas y, en varios casos, por injerencia de países foráneos que pretenden sacar provecho de las crisis. Pero, realmente, para la Cruz Roja Internacional su propósito es proteger vidas y hacer respetar la vida humana. Igualmente, promueve la comprensión mutua y coopera en el logro de la paz duradera entre los pueblos, por eso, no distingue nacionalidad, raza, religión, condición social ni credo político.»
¿Cuál ha sido su trabajo en Colombia? ¿Usted piensa que en el país estamos en guerra?
“Es difícil definir en los términos clásicos de guerra, pero sí hay mucha violencia. Eso sí la hay. Me da dolor porque se han hecho ejercicios de reconciliación y procesos que nunca serán perfectos, porque la violencia y la guerra no lo son, y no lo es tampoco la paz. Pero hay esfuerzos. Entonces sería volver a imaginarse un país de los años 80 y 90, o sea, esa violencia tan cruda. Mi pasión no viene de la nada, viene de una formación de servicio, como la que me dio mi mamá, además, cuando estaba en la universidad trabajé con una ONG de la Guajira y ahí documenté mi primera masacre. Esta fue en la Alta Guajira, en Medialuna. Allí, los paramilitares mataron a toda la comunidad y yo me acuerdo perfectamente, Hay llantos que aún no olvido y quizás nunca olvidaré. Son los llantos de esas mujeres, porque dentro de los funerales, en la comunidad Wayú, la mujer llora y llora hasta las entrañas y son esos llantos que duran todas las noches por muy largo tiempo. Esa violencia, esas escenas de dolor me marcaron de por vida. Me acuerdo, que metieron a unos niños en un camión y quemaron el camión con los niños vivos. Esta es la violencia tácita, que no es fácil, pero es más inmediato cambiarla; pero también existe la estructural, que es esa que se vive desde el hogar, desde la familia, de los niños estar pegados todo el día al celular, viendo cosas negativas llenas de violencia. Se debe acudir siempre al diálogo y buscar soluciones que no impliquen violencia”.
¿Cuál sería su invitación a los colombianos para la construcción de paz?
“La construcción de paz no es un estado único, es un proceso que se desarrolla, que toma tiempo y tiene que construirse, necesitamos tiempo. Sesenta años de conflicto no se van a acabar en el mandato de un presidente, se necesita de varios presidentes. Se trata de creer que se puede. Hay situaciones de desigualdad que sí se deben solucionar, con justicia social y creando comunidad. Entonces, un llamado a la comunidad a conocernos los unos a los otros, pero no a partir del odio y la venganza, sino a creer en la construcción de esa paz. Y también con paciencia, porque ni es inmediata la guerra ni lo es la paz. “Realicé una investigación sobre reclutamiento de niños en Colombia, cuando cursé la Maestría en Conflicto y Desarrollo, en Ginebra, Suiza. Me fui para el Meta y allá estuve entrevistando niños. Una de las cosas que más me impactó, o de los momentos que recuerdo claramente, es cuando un niño del Putumayo, estando yo en una comunidad indígena, sobre el río y entramos ahí por la noche. Cuando estábamos todos reunidos, nos sentamos en mesa redonda, un niño que tenía dos dedos vendados con esparadrapo llamó mi atención y le pregunté por qué los tenía así. Me contó que se le pelaban por su trabajo, que consistía en recoger la coca. Entonces, la paz no se hace desde un escritorio o cambio presidencial, son generaciones tras generaciones, son sociedades que se han construido con base en la violencia. Para un niño de 8 años es normal este tipo de situaciones e, incluso, sueñan con ser parte de los duros de la violencia, es decir, la imagen héroe de estos niños son los actores armados generadores de tanta violencia en nuestro país”.