En las cálidas aguas de la capital santandereana se crió Lina, una niña destinada a convertirse en un motor lleno de perseverancia y determinación. Aunque enfrentaba desafíos relacionados con una discapacidad de aprendizaje, Lina encontró un caudal donde su espíritu flotaría con intensidad y pasión.
Formando parte de la Liga Santandereana de Natación de Niños Especiales del Instituto Departamental de Recreación y Deporte de Santander, Lina descubrió la corriente perfecta que la impulsó a alcanzar sus sueños.
“Yo empecé muy pequeñita y pues me gustó mucho dar un buen desempeño para poder comenzar mi carrera. Estoy muy agradecida por mis logros y con mi papá porque gracias a él he sido una persona que se ha esforzado muchísimo”, dijo Lina.
Desde una edad temprana Rodolfo Mejía, su padre, movido por un profundo amor y deseo de brindarle las mejores oportunidades, tomó la decisión que cambiaría el rumbo de la vida de Lina. «Yo como padre quise que aprendiera a nadar», declaró con convicción, abriendo las puertas a un mar de posibilidades.
A los 5 años, Lina se sumergió en las profundidades de una piscina, y fue allí donde descubrió su verdadera pasión. Con cada brazada, su confianza crecía, y su determinación se fortalecía. Lina no era simplemente una nadadora, era una guerrera que desafiaba los presuntos límites impuestos por su discapacidad y su padre como testigo.
“A pesar de la discapacidad que tienen son muchachos que se desenvuelven muy bien en la natación. Ellos han ido a diferentes partes a competir por el país. En la gran mayoría han traído buenas medallas”, y que su condición no es una justificación ya que el desempeño respalda a estos chicos.
Conforme pasaron los años, Lina se convirtió en una nadadora excepcional, compitiendo desde los 12 años y dejando una estela de triunfos a su paso. En la prueba de 50 metros espalda, demostró su agilidad y técnica impecable, emergiendo victoriosa en innumerables ocasiones.
Sin embargo, Lina no se detuvo allí. Conquistó la prueba de 100 metros espalda, desafiando a sus oponentes con una determinación inquebrantable. La mariposa, ese estilo tan elegante y exigente, no fue un obstáculo para ella, ya que, en los 200 metros, su resistencia y destreza la llevaron a cosechar triunfos memorables, dejando boquiabiertos a los espectadores.
Además, Lina también dominó la prueba de 100 metros libres, demostrando su versatilidad y capacidad para adaptarse a nuevos desafíos con cada brazada. En sus siete años de carrera, Lina ha acumulado una impresionante colección de alrededor de 70 medallas, cada una de ellas un testimonio tangible de su dedicación y perseverancia.
Pero Lina no se conformó con ser una simple nadadora. Su pasión por el deporte la llevó a soñar con convertirse en profesora de natación en un futuro. El deseo de transmitir su amor por el agua y el deporte a las generaciones futuras es un reflejo de su generosidad y compromiso con la comunidad.
A medida que Lina recorría el país, paseando y conociendo nuevos lugares, su felicidad se multiplicaba con cada triunfo alcanzado. Cada medalla, cada competencia, cada brazada, era un paso más en su camino hacia la realización personal y la superación de los desafíos.
La historia de Lina es un recordatorio poderoso de que las limitaciones solo existen en la mente, y que, con determinación, pasión y perseverancia, cualquier sueño puede convertirse en realidad. Su nadado incansable es una inspiración para todos aquellos que buscan superar obstáculos y alcanzar la grandeza desde la gratitud, dejando una huella como persona y profesional: “Para mi significa mucho y yo se lo dedico a mi profesor y a mis papás”.
Asimismo, Lina ha encontrado su hogar, un lugar donde su espíritu se eleva y su determinación esclarece con la fuerza de un rayo de sol reflejado en la superficie del agua. Su legado trasciende las fronteras de la natación, convirtiéndose en un símbolo de esperanza y superación para todos aquellos que enfrentan desafíos en la vida. Es así como su vida -gracias a la natación- sale a flote.